
Soy uno más de los que llegamos a El Ejido a finales de los años 60 y principios de los 70 del pasado siglo. Por entonces, éramos miles y miles de familias las que buscábamos una vida mejor y teníamos las maletas siempre a punto para emigrar, sobre todo, a Francia y otros países europeos, como Alemania o Suiza. En mi caso y en el de mi familia, el destino solía ser Francia, además de otras provincias de España como Murcia.
Mi familia y yo llegamos a El Ejido a principios de los 70. Concretamente, recalamos en Matagorda, un barrio en el que, por entonces, había poco que contar: había muy pocas viviendas, en la mayoría de los casos sin ningún tipo de servicio, luz, agua potable ni teléfono. Nada de nada.
Por aquellos años no había aún invernaderos por la zona. Se criaban tomates al aire libre, en bancales delimitados con setos de cañas. El riego era por tandas, cuando te tocaba. En aquellos años se trabajaba de sol a sol, no teníamos domingos ni festivos, lo único que sí teníamos era trabajo para toda la familia.
Los invernaderos fueron llegando poco a poco para cubrir aquellos bancales donde había setos de cañas y se extendieron por parcelas nuevas en todo El Ejido, a gran velocidad. Fueron unos años tremendos para El Ejido. El crecimiento fue lo nunca visto: aparecieron cooperativas-SAT, comunidades de regantes… El Ejido, en los años 80 y 90, fue sencillamente imparable en todo.
He querido contar esto para dejar claro que sé de lo que hablo con respecto a El Ejido: de dónde venimos y dónde estamos.
Hoy tenemos un municipio muy distinto. Los que llevan las fincas, en su mayoría son la tercera generación de los que protagonizaron aquel cambio de hace décadas. Estos agricultores suelen tener a sus hijos estudiando o realizando otras actividades y, por lo tanto, en casi todos los casos se necesita mano de obra externa a la familia para sacar adelante las cosechas.
El Ejido tiene más de trece mil hectáreas de invernadero y, hoy por hoy, la mano de obra que trabaja el campo en su mayoría es de origen extranjero, sobre todo marroquí. Estas personas empezaron a recalar en El Ejido a finales de los años 80, en busca de trabajo, y actualmente ya suponen un tercio de la población de nuestro municipio.
Hoy por hoy, estas personas forman parte ya del sector productivo de nuestra agricultura. Los autóctonos, en su mayoría, no quieren trabajar en los invernaderos y son pocos los que se dedican a echar un jornal en el campo. De manera que, sin los extranjeros que hoy conviven con nosotros, eso que vivimos en Almería como un milagro se vendría abajo. Y no me estoy refiriendo solamente al campo: hostelería, conductores, albañiles, cuidadoras de mayores… ¿quién se ocuparía de estas actividades si, de la noche a la mañana, desaparecieran?
El Ejido de hoy no tiene nada que ver con el que era cuando yo llegué. Hoy, la inmensa mayoría de inmigrantes que viven en El Ejido son familias como cualquier otra. Por lo tanto, no se puede criminalizar a un colectivo entero, culpándolo de todo lo malo que pasa en nuestro municipio, tal como vemos que están haciendo partidos políticos como Vox.
La visita de una diputada de esta formación política a una calle en la que la mayoría de sus vecinos son marroquíes y las declaraciones que realizó no ayudan a nada a este pueblo. Según los de Vox, para conservar la supuesta ‘pureza’ de El Ejido tendríamos que expulsarlos a prácticamente todos. Qué barbaridad.
Hay otro argumento al que se acude de manera recurrente: todos pedimos “una inmigración ordenada y por contrato”. Y a mí también me gustaría esa fórmula, pero ¿con los demás qué hacemos? El hambre no tiene fronteras y seguirán llegando, no se le pueden poner puertas al campo ni tampoco al mar. La solución, pues, pasa por sus países de origen y es allí donde hay que trabajar para que encuentren las condiciones que les hagan descartar la idea de subirse a una patera o un cayuco.
El Ejido no necesita ‘salvapatrias’ fascistas y xenófobos, a los que lo único que les importa es que estalle otra movida como la que tuvo lugar en el 2000. Los demócratas no podemos dar lugar a eso y debemos defender la convivencia de todos, por el bien de nuestro municipio.