
Sin lugar a dudas hay, al menos, dos caras de una misma moneda cuando nos referimos al patriotismo. Dependiendo de la mano en la que se encuentre, es cara o es cruz.
Para el socialismo, la moneda llega de cara al ciudadano con sentido de la responsabilidad común, la misma que manifiesta por el bienestar; utilizándola con una visión inclusiva y nunca excluyente, siendo coherentes y muy conscientes de la importancia de pagar con ella progreso y justicia social.
Vemos la cruz de esta moneda cuando el patriotismo se convierte, más allá de la lealtad y devoción hacia la patria, en nacionalismo extremo, fomentando la xenofobia y la exclusión, transformándose en odio y justificando el mismo mediante mentiras y bulos desde la extrema derecha de Vox.
Entre tanto, la derecha extrema del PP, en lugar de actuar como un partido de Estado, opera como elemento manipulador de masas, infundiendo miedo con el objetivo de abrirse camino frente a quienes les entorpecen para llegar a un país gris. La meta es retroceder a tiempos de los que, para ellos, mejor ni hablar, porque hablar de memoria es destapar sus injusticias sociales mantenidas durante décadas.
¿Qué nos espera si no vemos más allá de la crispación? Nos espera el caos, un ambiente rancio, demagogo e iluso, fan del ilusionismo que proyectan aquellos a quienes poco o nada les importa la sociedad en la que vivimos, pretendiendo enfrentarla entre sí para consolidar un poder que, en sus manos, sería como la corona de espinas que sufrirá las consecuencias de su propio dominio, cambiando el curso de una historia progresista y moldeando un futuro sin futuro.
La invasión de la ultraderecha en las instituciones ha hecho un daño inmenso. Dicen que son los defensores de la patria, pero en realidad son su peor enemigo, envolviendo en su tela de araña a una derecha débil, carente de discurso y proyecto, utilitaria de herramientas procedentes de un fango sumido en el incivismo y en las profundidades del cinismo.
Su presencia es una espada afilada que no sólo amenaza los derechos fundamentales, sino que provoca deshumanización y se aleja de los principios fundacionales de la democracia que tanto costó instaurar tras una España destrozada por un régimen dictatorial, cuyos principios están también en cuestión si sale la cruz de la moneda: eliminación del pluralismo político, intolerancia a la libertad de prensa traducida en el control de los medios de comunicación y restricción y abolición de derechos y libertades civiles. Adictivo para muchos su discurso, letal para todos el resultado.