
Lo que está haciendo la Junta de Andalucía con la Educación Pública no tiene nombre, o sí, y se llama desmantelamiento planificado.
Un año más, y bajo la gestión de Moreno Bonilla, el inicio de curso 2025-2026 está marcado por el abandono, la improvisación, las ratios elevadas, las clases sin refuerzos y la falta de recursos y cierre de líneas. Y no se trata de errores puntuales, sino de una estrategia deliberada para debilitar la escuela pública y favorecer a la privada. Y lo estamos sufriendo con crudeza en la provincia de Almería, donde Moreno Bonilla saca por esto y por muchas otras cuestiones un enorme suspenso.
Particularmente grave es la situación del alumnado con necesidades educativas especiales. La falta de personal de apoyo, especialistas y recursos se convierte cada día en un reto para docentes y familias.
A esta realidad se suma la ausencia de los colegios e institutos prometidos por la Junta de Andalucía para Almería, que sigue sin invertir las partidas necesarias para su construcción- de ahí el elevado número de aulas prefabricadas- ni en el mantenimiento de las ya existentes y que están incluidas en su plan de infraestructuras de hace cuatro años. Otro duro golpe para la educación ha sido la eliminación de los Auxiliares de Conversación, privando a miles de estudiantes de un recurso fundamental para el aprendizaje de idiomas en una sociedad cada vez más diversa.
En paralelo, la Formación Profesional vive un colapso sin precedentes. La demanda crece, pero las plazas públicas se reducen. Moreno Bonilla ha optado por enseñarle al alumnado el camino hacia la oferta privada, con un modelo elitista que expulsa a quienes no pueden pagarlo, que solo crea desigualdad.
La bioclimatización anunciada a bombo y platillo como una solución para combatir las extremas temperaturas en las aulas, ha quedado en otra promesa incumplida. Estudiantes y profesorado siguen soportando condiciones indignas que afectan al rendimiento y a la salud, tanto a final de curso como en el inicio de las clases en septiembre.
El panorama, por lo tanto, es desolador: líneas educativas eliminadas y recursos recortados; medidas que no responden a criterios pedagógicos ni de racionalidad, sino a la obsesión por adelgazar la escuela pública hasta dejarla en huesos.